El general prusiano Karl von Clausewitz en su reflexión sobre La Naturaleza de la Guerra afirma que “La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad.” Se hace referencia aquí a una fuerza física, ajena al imperio de la Ley y del Estado, que serviría como medio para imponer la voluntad propia frente al enemigo; el destacado historiador bélico realiza importantes matices en torno a la naturaleza, esencia y transcendencia de la guerra como fenómeno y como meta; así pues, en su visión, la guerra no se limita indefectiblemente a una decisión única o una serie de decisiones; la guerra, con su resultado, no es nunca algo absoluto.
Resulta particularmente interesante su investigación en torno al objetivo político de la guerra, su preponderancia y alcance; al respecto argumenta: “Pero la guerra no constituye un pasatiempo, ni una simple pasión por la osadía y el triunfo, ni el fruto de un entusiasmo sin límites; es un medio serio para alcanzar un fin serio. Todo el encanto del azar que exhibe, todos los estremecimientos de pasión, valor, imaginación y entusiasmo que acumula, son tan sólo propiedades particulares de ese medio. La guerra entablada por una comunidad –la guerra entre naciones entera-, y particularmente entre naciones civilizadas, surge siempre de una circunstancia política, y no tiene su manifestación más que por un motivo político. Es, pues, un acto político.”
Resulta muy significativo considerar, estudiar, reflexionar, y analizar los hechos bélicos y el fenómeno de la guerra y los conflictos que nos rodean, y aquellos que nos amenazan, como actos políticos. El Arte de la Guerra escrito por el general chino Sun Tzu, haci el S. V a. C, ha inspirado a influyentes figuras históricas como Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung, entre otros; el núcleo de la filosofía de Sun Tzu se sustenta en dos principios fundamentales, “Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar,” sigue siendo una referencia obligatoria cuando intentamos teorizar sobre la guerra.
Lo cierto es que la guerra es territorio del azar. Enmarcado en la visión kantiana de la Paz Perpetua, que traslada al ámbito internacional las aspiraciones e ideales de Kant, la búsqueda mancomunada por la paz, justificada por su propia necesidad, como un vector en la Historia; sólo en nuestra época, asevera Kant, la guerra ha agotado su misión y deviene en el principal enemigo, no sólo de la cultura y la paz, sino de la propia existencia.
En efecto la Paz de Westfalia de 1648, el Congreso de Viena de 1815, la Conferencia de Paz de París de 1919 y la Conferencia de San Francisco de 1945, apuntarían hacia esa redistribución de poder en el sistema internacional bajo el imperativo de la paz y la seguridad internacional. El paradigma westfaliano, que según muchos analistas constituye el «acta de nacimiento» del moderno Estado-nación soberano, institucional, regido por los principios de soberanía, integridad territorial, de no injerencia en asuntos internos, e igualdad entre los Estados independientemente de su tamaño o fuerza, base además del Estado democrático del derecho actual y momento fundador del sistema político internacional contemporáneo, debe reafirmar su vigencia a la luz de los hechos que copan hoy la escena internacional.
Traemos a colación esta reflexión en un momento en el que persisten las tensiones en la frontera ruso-ucraniana; en los últimos días hemos sido testigos de una ofensiva diplomática, sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría, para evitar una escalada del conflicto y eventual guerra en el este de Ucrania ante una posible incursión militar rusa a gran escala. Las negociaciones y esfuerzos de mediación de líderes mundiales como el presidente francés Enmanuel Macron o el canciller alemán Olaf Scholz en sus recientes visitas a Kiev y Moscú parecen, al menos, haber ganado tiempo, y extender el ciclo vital del diálogo y las negociaciones.
En la mañana del 15 de febrero, el Ministerio de Defensa de Rusia anunció que retiraría algunas tropas de la frontera con Ucrania. Este anunció pareció marcar el comienzo de la «desescalada» que los países occidentales han exigido durante mucho tiempo. Sin embargo, el panorama sigue siendo nebuloso; la OTAN se resguarda en un “un optimismo cauteloso” y no ha confirmado variaciones en las fuerzas sobre el terreno. La posibilidad que el aumento de la presencia militar de Rusia en el este de Ucrania pueda usarse a su vez para impulsar los reclamos territoriales y aspiraciones de los separatistas en regiones como Donetsk y Luhansk complejizan la ecuación. Los inestables acuerdos de Minsk de 2014 y 2015, tras lo sucedido en Crimea están en riesgo.
Probablemente la idea de ‹‹paz política››, que es una propuesta elaborada por la International Peace Academy, en el período de la Guerra Fría, como alternativa a la idea hegemónica de ‹‹paz armada›› sea el vector fundamental en las conversaciones que deberán seguir. La apuesta por la paz debe ser siempre permanente y creíble. Sun Tzu en el capítulo IX del Arte de la Guerra sentencia: Si los emisarios del enemigo pronuncian palabras humildes mientras que éste incrementa sus preparativos de guerra, esto quiere decir que va a avanzar. Cuando se pronuncian palabras altisonantes y se avanza ostentosamente, es señal de que el enemigo se va a retirar. El tiempo nos dirá cuan acertado siguen siendo los planteamientos del afamado estratega chino.
Escrito por: Dylan J. Pereira