Hoy inicia el año 2022 del calendario gregoriano; en el révellion intuitivamente los seres humanos atravesamos algo similar a la paradoja de Platón del barco de Teseo; nos miramos frente al espejo y nos interrogamos si después de tantos cambios, y tantos procesos atravesados seremos la misma persona que siempre hemos, o al menos pensamos que hemos sido; el 2022 estará repleto de transformaciones que no pueden ser obviadas; se perfila como un año de ajustes y mitigación de las nuevas realidades, tanto aquellas legadas por la pandemia que iniciaba en 2020, sino aquellas propias de una dinámica internacional que se regenera a la luz de una sociedad global ansiosa de cambios, con nuevas demandas y frustraciones que colocan en fuertes tensiones los sistemas políticos, paradigmas de pensamiento e incluso los mismos pilares y axiología sobre los que se sustenta el mundo contemporáneo.
Pretendemos con este artículo desdibujar algunas líneas y eventos remarcables que tenderán a modelar y moldear la escena internacional del 2022. Apuntalar y democratizar los procesos y sistemas electorales, bajo el imperativo de la libertad y la equidad resulta urgente en un mundo donde tenemos más interrogantes que certezas, en especial en un año plagado de procesos electorales determinantes.
Por mencionar algunos: en enero Libia intentará, con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, salir del abismo de Estado Fallido en el que se ha convertido especialmente desde 2014; Portugal irá a elecciones generales en el peor momento de la pandemia en el país; en febrero el macrociclo electoral latinoamericano continuará con las elecciones presidenciales en Costa Rica donde también se elegirán 57 diputados de la Asamblea Legislativa; posteriormente en Marzo los colombianos elegirán a los senadores y congresistas, retornando a las urnas electorales el 29 de mayo donde escogerán al nuevo presidente de la República; ese mismo mes Corea del Sur también elegirá su presidente donde no sólo la pandemia sino un posible retorno a las negociaciones con Corea del Norte, y una posible nueva actitud frente a China están sobre la mesa.
El Líbano se encuentra en una situación desesperante; la crisis política y la precariedad económica no han cesado; en marzo las elecciones parlamentarias tratarán de mejorar las perspectivas del país que contribuiría también a la estabilidad de la caldeada región. En Europa, ante el ascenso regional de la extrema derecha y de propuestas neopopulistas, Macron se esfuerza por continuar al frente de la presidencia francesa frente a un eventual resurgir de Marine Le Pen; preocupa especialmente de este lado del Atlántico una eventual reelección en Hungría de Viktor Orbán, populista y euroescéptico, cuyo mandato debilita los planes comunitarios de la Unión Europea. Por su parte, una estrepitosa caída forzada del gobierno de Boris Johnson en Londres gana hipótesis de suceso. En América Latina tanto el desenlace de las elecciones presidenciales del Brasil en octubre, donde Luiz Inácio Lula da Silva seguramente reconquiste el Palácio do Planalto, así como el referéndum constitucional chileno, confirmarían el viraje a la izquierda en la región. Los fallos del sistema existen, son irrefutables; las mid-term elections en EEUU el próximo noviembre serán celebradas bajo la sombra de acusaciones de fraude electoral publicitadas aún por los republicanos, quienes paradójicamente tienen altas probabilidades de retomar el control de la Casa de Representantes del Congreso estadounidense.
Paralelamente al terreno electoral, son muchos los temas que marcarán la agenda este 2022. La recuperación económica de los estragos generados por la pandemia se desarrolla a muchas velocidades; la inflación, la acentuación de las desigualdades a nivel macro y microeconómico, el desempleo, los cuellos de botella, la saturación de las cadenas de suministros, y las tensiones geopolíticas, reducen las opciones y eficacia de la política económica, y nos hace cuestionarnos sobre la estabilidad y sostenibilidad incluso de economías como la de EEUU o la Eurozona. Frenar el ascenso galopante de China en lo diplomático, económico y militar parece ser una prioridad en la agenda transatlántica y una meta común para Washington y Bruselas. El caldeado clima en Crimea, o la zona del tratado AUKUS en el Sudeste asiático son epicentros de conflicto.
Por su parte la variante Ómicron presiona los sistemas sanitarios y echa por tierra gran parte de los éxitos alcanzados en la lucha global contra la pandemia; pese a esto la OMS fija como meta global acabar con la pandemia este 2022, tal vez liberando patentes tanto de vacunas como de eventuales fármacos contra la covid-19, fortaleciendo campañas de información contra los cada vez más fuertes movimientos antivacunas así como la generación de estrategias comunes a nivel mundial; la obligatoriedad de la vacunación será un tema central tanto en lo jurídico, moral como en lo político en todo el mundo, especialmente de cara a un mundo que se niega volver al confinamiento, alegando la salud de las economías.
La atención a las diversas crisis humanitarias como Afganistán, donde la legitimidad y capacidad de reconocimiento internacional de los talibanes sigue siendo una incógnita; en el Tigray al norte de Etiopía, Siria o Yemen, será prioritario este 2022. La cooperación internacional y el auxilio de organismos como la Federación de la Cruz Roja y la Media Luna Roja serán determinantes.
Solventar la emergencia climática requerirá pasar de los elocuentes discursos en Davos o en las COP a acciones concretas que reviertan el ecocidio al que se encamina el planeta. Finalmente, esperamos que la celebración de la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA Qatar 2022 sea a fines del 2022 un aliento de esperanza y una muestra de resiliencia y redención de la humanidad ante las dificultades, así como una reafirmación de la búsqueda común de la seguridad, la reconciliación y la paz mundial.